La vida en pareja está para disfrutarla. De vez en cuando, hay que quitarse el polvo de encima y planificar una escapada para volver a emocionarnos, para descubrir entre los dos nuevos sitios, y experimentar nuevos placeres.
Te propongo una escapada por Ribera del Duero. Un plan que, si te atreves a realizarlo, ganarás en salud y vida.
El vino es vida. El buen vino es salud. De sobra conocemos sus beneficios de este líquido rojo. Además estamos de suerte de vivir donde vivimos, porque España, es uno de los países donde mejores vinos se elaboran. Así que ¡chin chin!
Una de las Denominaciones de Origen de vino español que más
cuida la calidad de sus uvas es la de Ribera del Duero, donde sus etnólogos cultivan
una variedad autóctona de la región, un tempranillo, que contiene muchas propiedades
nutritivas debido a su brotación tardía que genera mayor contenido de
nutrientes con una graduación alta y con escasa acidez.
Por eso, hacer una ruta
etnológica en pareja por esa región es uno de los mejores planes saludables, que se
pueden practicar. Pero ¿por dónde empezamos? Pues por realizar una visita guiada por las mejores bodegas de Ribera del Duero. Aquí
podremos ver cómo son los viñedos, pasear al lado de la vid, contemplarla en
todo su esplendor. También podremos conocer cómo se realiza el proceso de
elaboración que, por mucho que creamos que gracias a la tecnología es más
fácil, la realidad es que sigue siendo una técnica delicada. Y es que en la
primera fase, la de estrujamiento de la uva, cuando se extrae el mosto en las
tolvas, es importante mantener la presión justa y necesaria vigilando este
proceso para que el menor número de pepitas y otras partes duras que quedan en
la fruta después de la recolección, no queden machacadas y pasen a formar parte
del caldo final.
Después de eso viene la parte más
sabrosa. Es el momento de realizar una buena cata de vino en Ribera del Duero. Llegado ese momento, tenemos que abrir nuestros sentidos y dejarnos llevar por
las indicaciones del sumiller que nos realice la visita. Hacer una cata, según
para quien, es algo relativamente sencillo o complicado, según se mire. Pero como la haréis en pareja, los dos tenéis que ayudaros a conocer este delicado proceso.
Pero
para que quede más claro, resumamos los 3 pasos básicos para hacer una cata de
vino: en primer lugar, lo que importa es el apartado visual. La técnica es
sencilla, hay que levantar la copa y mirar a través del vino para descubrir
cuál es la refracción de la luz y observar si existen partículas en suspensión
o no. Para determinar esta parte podremos hablar de vinos turbios,
opalescentes, limpios o brillantes, en función de la sedimentación general,
claro. Además de estos conceptos, hay muchos sumilleres que utilizan otros más técnicos.
En esta fase también conoceremos la intensidad del color y la fluidez del
líquido. Hay vinos que son más densos que otros. Los Ribera del Duero suelen
tener, en función de la vejez del vino, una densidad elevada. La segunda fase
será la olfativa. Primero hay que oler el caldo inerte en la copa y después,
realizar el clásico movimiento de agitado del vino, proceder nuevamente a
olerlo para encontrar matices y diferencias. Los aromas del vino se dividen en
tres subgrupos de olores.
Los primarios, que son los propios de la uva; los
secundarios, son olores que no tienen la uva y se originan en la fermentación
alcohólica; y, por último, los terciarios que son los aromas que se generan en
la fase de envejecimiento o crianzas. También son los conocido como aromas del
bouquet. Esta es una de las fases más complicadas porque se necesita
desarrollar bien nuestro olfato. Esto es algo que con 2 o 3 catas no se
consigue. Hay que llevar tiempo practicándolas para encontrar el sentido.
En último lugar tenemos la fase gustativa. Este proceso se
divide también en tres partes el ataque, la evolución y el postgusto. Como imaginaréis,
cada una responde a cada momento desde que se vierte el líquido en la boca y
finalmente se ingiere. En la fase del ataque definiremos si notamos picor
(presencia de burbujas), si el sabor es más bien dulce, y por último, el tiempo
que tardamos en percibir la acidez. En el momento de la evolución, hay que
agitar el vino en la boca para fijarnos cuánto se calienta, y realizar la retroolfación,
sorbiendo el aire a través de él memorizando la sensación. Por último, la fase
de postgusto, una vez tragado el líquido hay que fijarse en lo que se siente.
Y ahora, ya sois una pareja más interesante, que sabéis como hacer realmente una auténtica cata de vino. De este modo ya podéis coger el coche y recorre algunas de las mejores bodegas de esta zona.
Y todo empieza por Pago de los Capellanes. Esta bodega, situada a
poco más de un kilómetro de Pedrosa de Duero, un precioso pueblecito burgalés,
donde podéis pasar la noche. Pago de Capellanes
tiene un estilo especial por su historia. Antiguamente existía una
parroquia cuyos capellanes gestionaban los cultivos de viña, con el tiempo esta
se ha convertido en una de las bodegas más prestigiosa con esa denominación de
origen. Rodeada de nogales y un manto de hiedra se abre paso esta exploración
que para hacer catas y visitarla es una de las mejores de la región. Se trata
de una bodega extremadamente moderna con espacios preciosos que combinan una
perfecta arquitectura con la naturaleza. Dispone de diferentes áreas destinadas
a la expedición y embotellado de todas las variedades que cultivan y que
podréis visitar. Un plan perfecto para un fin de semana de turismo etnológico y
gastronómico.
Si nos subimos al coche y conducimos hacia el sur durante 20
minutos llegaremos a otro pueblecito fantástico, Castrillo de Duero. Allí se
erige otra de las bodegas más interesantes de Ribera del Duero, Cepa21. Esta bodega es sinónimo de renovación. Allí podremos subir al
cerro que hay justo detrás donde las vistas son increíbles. También tradición y
modernidad se fusionan en un espacio encantador. Esta bodega además integra una
cocina de vanguardia donde podréis degustar las maravillas de la gastronomía
tradicional de la región pero con un punto de perfección propio. No dudéis en
visitarla.
Si es un fin de semana el que tenéis para disfrutar de todas
estas maravillas productoras de vino, que son las bodegas, otra que tenéis que conocer
sí o sí es la de Cillar de Silos. Se sitúa en Quintana del
Pidio, un pueblo en el extremo oriental de la región. Cillar de Silos es
tradición pura. Es una de las bodegas de culto para los amantes de Ribera de
Duero. La revista internacional etnológica Oxford Companion to Wine, ha hablado
de ella en múltiples ocasiones. Desde 1970 está operativo este santuario del
vino. En 2011 ganó el máximo premio del International Wine Challenge con su
Torresillo, un caldo antiguo, con fortaleza y dulce en boca, una delicia vamos.
Aquí solamente podréis visitar las bodegas subterráneas y hacer una cata previo
reserva, pero merece mucho la pena. Además en el pueblo hay varios restaurantes
donde comer a unos precios considerables. También disponen de alojamientos por
si se os hace tarde y queréis pasar allí la noche.
Por último, otra de las reliquias vinícolas que tenéis que
descubrir de Ribera del Duero son las Bodegas Balbás, en La Horra, cerca de
Aranda del Duero. Una de las bodegas más antiguas, cuya fundación data de 1777.
Cuatro generaciones de la misma familia llevan dedicándose a la cosecha y la
producción vinos exquisitos. El edificio tiene partes originales, así podréis
introduciros de este modo, en un auténtico repaso histórico del mundo de las
viñas de Ribera. Un lugar en el que reencontrarse con el pasado y conocer de
manera directa, a través de fotografías y documentos, de cómo ha evolucionado
este sector.
¿Estáis preparados para un fin de semana de placer absoluto en pareja?
La Ribera del Duero os espera con los brazos abiertos con sus campos de vid y
sus pueblos con encanto. Y todo a pocos kilómetros de distancia haciéndolo más
fácil para moverte en coche sin problemas.